Sobre el Sermón de la Montaña
Mahatma Gandhi
Conocí la Biblia hace alrededor de
cuarenta y cinco años. No podía encontrar un gran interés en el Antiguo
Testamento, pero cuando llegué al Nuevo Testamento y al Sermón de la Montaña
empecé a comprender la enseñanza de Cristo, y el mensaje del Sermón de la
Montaña hizo eco con algo que había aprendido en mi infancia. Esta enseñanza
era no vengarse y no devolver mal por mal.
De todo lo que leía, lo que se me
imprimió para siempre es que Jesús vino para establecer una nueva ley. Sin duda
dijo que no había venido para traer otra ley sino para injertar algo en la
vieja ley de Moisés. Y, desde luego, la cambió de tal modo que se convirtió en
una ley nueva: ya no ojo por ojo y diente por diente, sino estar dispuesto a
recibir dos golpes si te dan uno, y a hacer dos kilómetros si te piden uno.
Me decía a mí mismo: esto no es
seguramente el cristianismo. Pues toda la imagen que tenía de él era la
libertad de tener una botella de whisky en una mano y un bistec en la otra.
El Sermón de la Montaña me demostró
mi error. A medida que aumentaba mi contacto con los verdaderos cristianos, es
decir, con hombres que vivían para Dios, vi que el Sermón de la Montaña era
todo el cristianismo para aquel que quiere vivir una vida cristiana. El Sermón
es lo que me ha hecho amar a Jesús.
Leyendo toda la historia de esta
vida bajo este aspecto, me parece que el cristianismo está todavía por
realizar. En efecto, aunque cantemos: “Gloria a Dios en las alturas y paz en la
tierra”, hoy no hay ni gloria a Dios ni paz en la tierra.
Mientras que esto siga siendo un
hambre todavía insatisfecha, y en tanto que no hayamos arrancado de raíz la
violencia de nuestra civilización, Cristo no ha nacido todavía. Cuando la paz
auténtica se establezca, no necesitamos ya demostración: ella resplandecerá en
nuestras vidas, no solamente individuales sino también colectivas.
* * *
Tomado de:
Jean-Marie Muller,
El Evangelio de la No-violencia,
Barcelona: Marova-Fontanella, 1973.
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